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Ética para Elí

Enrique Castillo González

Cierto estoy que aquella era una rutina exquisita que, con el tiempo, bien se podría convertir en un cuento, es más, así será...
Siempre que el autobús que nos llevaba de Acapulco a Chilpancingo iniciaba su descenso por la loma de la comunidad de Mazatlán hasta el entronque que permite desviarse hacia Zumpango, le contaba yo a mi hijo la siguiente historia; ¿sabes que? Ves esas montañas que están a tu izquierda, allá existen las fábrica de nubes más grande de todo el planeta, Elifas volteaba su carita y dejaba que su enorme mirada se recargara en el espinazo de la sierra; -son huecas- le decía, mientras él rasgaba con sus pestañas la ventana, -ahí dentro trabaja todo un ejercito de hadas, gnomos y chaneques; juntan gota con gota, con delgados hilos de humedad y agujas de plata buscando hacer “cumulu nimbus”; una gota, una puntada, un suspiro y otra gota. Muchas veces detenía mi narración para responder las preguntas de mi hijo- ¿en todas las montañas hay fabricas?- no, solo en las cinco más altas- decía yo mientras su mirada se encimaba sobre mis palabras- ¿por qué sacó los ojos de la mama este guache? así nunca lo podré regañar- masticaba la pregunta en mi cerebro  
Dentro de las grandes cavernas, colonias enteras de chaneques viven nada mas para fabricar borlas rellenas de gotas de agua, entre los pequeños obreros se pueden dejar ver de vez en vez Gnomos y duendes que, desde las huecas montañas de Escocia, en las tierras altas de la Bretaña, vienen a botar las nubes que ya en los diques secos, armados estos sobre los argentinos ríos subterráneos, se ganaron la felicidad de dejar las altas y huecas montañas para surcar el cielo guerrerense; otra hondonada de preguntas salidas de dentro del “poderoso Elí” -¿entonces las nubes son fabricadas en esas montañas? y señalaba con su dedito los montes del “culebreado” y Omiltemi-  así es hijo, de hecho, aunque la confección y manufactura de nubes es todo un acontecimiento para los millones de habitantes de esas cavernosas grutas enterradas en el nadir del Alquitrán, Llano de Tepoxtepec y Amojileca, hay un hecho superior, incluso tan fastuoso como la coronación de un Rey o la fiesta del Rabadán con peregrinación incluida, y, ese es, la salida de la señora nube de la fabrica.
Cuando una nube es botada, el reglamento dice que tiene que ser segundos antes de que el  sol lance su primer rayo sobre la montaña y Febe, hija de Letona y Júpiter se encuentre en su perigeo, ya con el sol en lontananza y la luna plena los primeros fríos vapores del sereno   salen por las chimeneas disfrazadas de árbol, y mientras emerge por el ducto de madera  chaneques de la tribu de Dulc-Mar, disfrazados de “tlacololeros” y hadas del clan de “Zu-“K” salen corriendo para ver como se va al cielo su obra, Tlacololeros y hadas bailan y cantan; gnomos vistiendo sus casacas verdes, calzando escandalosas zapatillas de las que brotan cascabeles sirven jarritos de mezcal a todos los que van en la fiesta, -ya en estos momentos del cuento mi pequeño Elí, sentado en la orilla del sillón miraba hacia las montañas, sus enormes ojos montados en su cuerpo de siete años eran como puntas de flecha que apuntaban hacia los parajes de Omiltemi, -¿ahí están los chaneques ahora?  -preguntaba el “poderoso Elí” -ahí están dentro, tejiendo mas nubes  -le contestaba yo -cuando la nube se elevaba hasta los siete mil pies el “gurú gnomo” que además de ser el tatich y patriarca hacia las veces de “brujo diseñador de formas” mediante conjuros le daba cuerpo a cada nube recién armada, “mira, ese es un borrego” decían los ya mezcaleados chaneques; -Ah; exclamaban las hadas- aquella es un barco de piratas disparando balas de cañón
Una brigada de Selenitas en movimientos muy parecidos a los de los acróbatas chinos se arrojaban desde la redonda luna para caer sobre la mullida superficie de “el barco pirata” o “el borrego” llevando a su nube por donde el Tatich ordenaba pues este tenía un hilo de oro unido a la nube para dirigir la navegación de cada una de las neófitas cumulus nimbus;
Eli, mi Elí, se quedaba por largos minutos viendo, primero la sierra que vigila a Chilpancingo y, minutos después a las nubes que pasaban de ser monumentales piezas de mármol de vapor de agua a rayas blancas contra el cielo solo llamadas “estractus cumulus” todavía, mientras caminábamos por las calles de Chilpancingo él no dejaba de ver hacia las partes más altas de las montañas, talvez esperando ver a los chaneques y las hadas de las tribus de Zu.K y Dulc-Mar bailando y bebiendo mezcal con los tlacololeros...
Ya son once años que le conté esa historia a mi hijo, han pasado muchas cosas, todo ha cambiado, el río de la vida a dejado correr mucha agua por debajo del puente, lo mismo  pasa con el río fisiológico de mi familia, a veces creo que (como se lo dije una vez a su madre) a mi hijo se lo tragó un gigante; se que dentro de ese individuo de voz gruesa que, cuando caminamos juntos por la calle me toma del hombro como lo hacen los amigos, al cual las jovencitas rocían con feromonas, se que ahí está mi hijo y, a veces, como que lo veo asomarse por los ojos de ese mocetón de 18 años que me dice “jefe” ¿cómo le explico? ¿cómo le digo que aquellas historias de chaneques hacedores de nubes y de montañas huecas no son verdad? ¿cómo le digo que en aquellas sierras y montañas hay cultivo de enervantes, contrabando, armas, homicidio y, por si eso no fuera poco, abandono y desprecio de los que hicieron las “políticas sociales”? ; le quitaré la poca fantasía que le queda de los paisajes guerrerenses para abrirle la puerta al GUERRERO real, campeón en la siembra de “caña de la India” y, medalla de plata en cosecha de néctar de las flores rojas.
Primavera del 2003; “Paso Seco”, región de tierra caliente GUERRERO .- Mas de diez toneladas de marihuana que en el asqueroso mercado del narcotráfico alcanzaría un precio de cinco millones de pesos, fueron detectados, asegurados e incinerados por personal del 40 Batallón de Infantería, la acción tuvo como escenario una barranca en el este poblado municipio de Cayuca de Catalán, cito en la región de “tierra caliente” en Guerrero; se anota que el mando directo de esta operación estuvo en el comandante de la IX Región Militar General de División Mario López Gutiérrez; lo que destaca de la acción contra la siembra de droga en aquella localidad es la declaración que el militar Diplomado de Estado Mayor obsequió a la PRENSA que fue invitada a atestiguar los trabajos del Ejercito, y es que más que explicar estrategias y tácticas para atacar el narcotráfico el que alguna vez fuera oficial y jefe de el arma de “caballería” expuso una posición Ética; quien alguna vez estuvo dentro de la orgánica del “escuadrón de caballería” del Colegio Militar y que es el soldado de mayor jerarquía en Guerrero, luego de dar a conocer la numeralia de los asegurado e incinerado dijo a los REPORTEROS “ estas acciones van a fortalecer e intensificar  los esfuerzos de todos los que participamos en estos ejercicios y haciendo un frente común con toda la gente de bien, de la gente que le gusta el progreso, esta será la forma en que podremos ayudar a un numero mayor de familias” y concluyo “ el compromiso con la sociedad se hace mayor, en especial con los menores de edad”.        
 Invierno del 2004, en algún lugar de la montaña alta.- dos pelotones de fusileros llevando el arma (G-3) a la granadera, (cruzada en la espalda y sujeta por la correa sobre el pecho), sacaban de viviendas “abandonadas” decenas de kilos de marihuana, la fila terminaba en el centro del caserío de adobe, todo era silencio, casi un centenar de pobladores hacían presencia en el papel de testigos mudos, de entre los soldados destacaba uno de ellos al que los pobladores reconocieron como el “principal” Audomaro Martínez Zapata, General de Brigada daba instrucciones a los oficiales, lo hacía con movimientos de mentón y con discretas señales con las manos; cuando ya el montón alcanzaba una altura de 1.60 m., el comandante de la XXXV Zona Militar dio tres pasos adelante y quedo junto al enervante, sin que la gente lo esperara el soldado de las águilas en los hombros y la gorra habló, nunca gritó, solo habló fuerte “esto que estamos sacando de esas viviendas que ustedes dicen no son de nadie, es veneno, y es utilizado por los jóvenes en las grandes ciudades para drogarse, los están haciendo sembrar plantas ilegales, esto es contra la ley” segundos después de que el soldado habló, como si se tratara de un cardume humano, a una señal del Comisario los indígenas se fueron, “van a tener una junta” se escucho decir, los fusileros siguieron en su tarea de apilar droga, el escribidor y el fotógrafo buscaron una tienda para calmar su sed, la encontraron, un paso antes de entrar les fue cerrada en la cara.
Al día siguiente, en la estación de Radio un grupo de indígenas se quejaban de que los soldados en su comunidad los ven feo y los hostigan, era el comisario de aquel PUEBLO donde el General les explico el mal que, a veces inconscientemente y otras veces bajo amenazas.
Alguna vez, ambos códigos de costumbres se eslabonarán; alguna vez mis nietos escucharan de su padre la historia de las fábricas de nubes cuando pasen cerca de “el culebreado” más espero que nunca tenga que fracturar sus estructuras mentales para decirle..no es nada cierto, en esas sierras y montañas siembran veneno de uso frecuente para millones de jóvenes.