Director: David Martínez Téllez

Num. 159, abril 2010

__________________________________________________________________________________________________

 

 

INDICE 159

 

De alianzas y cosas peores

Carlos Reyes Romero

Analista y asesor político

“Cuando el río suena, es que agua lleva”

Mucho revuelo han alzado las alianzas electorales entre el PRD y el PAN. Pareciera que los chamucos del priismo hubieran empavorecido ante la posibilidad de una alianza mayor entre estos partidos, por demás representativos de las corrientes más radicales del espectro político mexicano: la izquierda y la derecha.
No es la primera vez que se da una alianza entre fuerzas tan encontradas y distintas, pero al fin de cuentas inconformes con el régimen político imperante.
Ya durante la guerra de Independencia Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide formaron el Ejército de las Tres Garantías, para lograr que la Corona de España abdicara de sus empeños coloniales y se pudiera proclamar la independencia de México, aunque fuera bajo una modalidad de régimen monárquico que luego lueguito se derrumbó. De esta alianza –seguramente maldita para España−, nació la República Mexicana.
Juárez mismo, en plena lucha contra la Intervención Francesa y en medio de la más adversa de las adversidades, logro atraerse el apoyo de miles y miles de sacerdotes del bajo y medio clero, lo cual le permitió echar abajo la póstuma pretensión de la Casa de los Habsburgo de reconquistar México para la monarquía y al mismo tiempo derrotar al ejército más poderoso de aquel tiempo, el de Napoleón III. Una vez restaurada la República, Juárez –para dolor de muchos jacobinos trasnochados− concedió derechos políticos plenos a los curas; derechos que les fueron suspendidos por el gobierno de Calles durante la Guerra Cristera, en la segunda década del siglo XX.
Otro importante personaje político, al que muchos identifican con la derecha recalcitrante, el General Juan Andreu Almazán, oriundo de Olinalá, una vez consumada la Revolución en Guerrero, marchó con sus tropas hacia Morelos para unirse a Emiliano Zapata, con quien lucho contra el ejercito porfirista y además contra ¿quiénes creen?... contra las huestes de Rufo Figueroa y sus hermanos, fundadores del cacicazgo que todavía hoy domina Guerrero, quienes desde aquel entonces peleaban arduamente contra los zapatistas… y, por supuesto, contra el pueblo como ahora.  Andrew Almazán, quien ya sabía cómo mascaba la iguana, se mantuvo toda su vida en contra de ellos; por ello vivió y murió como opositor al PRI y sus ancestros.
Desde que Cuauhtémoc Cárdenas le partió su mandarina en gajos a la Casa Gobernante, el PRI se empezó a desmadejar. En el curso de los últimos 22 años, uno tras otro, diversos grupos políticos abandonaron sus filas y se fueron a otros partidos, una buena parte de ellos al PRD. Al no entender las causas de esta desbandada y al deshacerse de Luis Donaldo Colosio y de José Francisco Ruíz Massieu −los únicos políticos que podían haberlo reencauzado y darle rumbo a la República− el PRI, bajo la tutela omnipresente de Carlos Salinas de Gortari, se ha hundido en la desconfianza a la disidencia, la intolerancia hacia los distintos y el rencor y el ánimo de desquite contra los que se fueron. Dejó de ser el partido multiclasista e ideológica y políticamente plural que le había permitido conservar el Poder de la República durante 70 años.
Esto motivo a los Dueños de México a remover al PRI de la Presidencia de la República y sustituirlo por el PAN. “Nos están presionando –sin decir quiénes− para que nos hagamos cargo del país; nosotros les hemos dicho que todavía no estamos preparados para asumir la Presidencia…” nos comentó Carlos Castillo Peraza en 1993, a los integrantes de Renovación Mexicana durante la primera reunión que tuvimos con la dirigencia del PAN, en la que también estuvieron presentes Felipe Calderón, Jiménez Remus, Margarita Zavala y el “Jefe” Diego.
Hoy las cosas están al revés. Quienes llevaron al PAN a la Presidencia, quieren ahora sacarlo de ella. La razón es muy simple: Felipe Calderón, como en algún momento lo intentó Vicente Fox, les está exigiendo que paguen impuestos y los ha balconeado ante la opinión pública. Ellos alegan que no pagan impuestos porque la “ley lo permite” y hasta lograron que Francisco Labastida Ochoa –ahora en calidad de Senador de la República− y el PRI echarán virtualmente a la basura la pretensión Calderoniana de cobrarles los impuestos, aunque fueran sólo los de los últimos 5 años, cuyo pago han venido difiriendo durante 28 años. El PRI privilegió la reconciliación con los Dueños de México, a que el país tuviera finanzas sanas.
De la eclosión popular que encabezo el Frente Patriótico Nacional en 1988, la clase política mexicana salió dividida en 3 tercios; cuyos votos aumentan o bajan, pero que no dejan de ser tales. Aunque Manuel Clouthier, Doña Rosario Ibarra y Cuauhtémoc Cárdenas, marcharon juntos hacia la Secretaría de Gobernación para exigir que se “limpiara” la elección presidencial del 88 y de que luego hubo algunas alianzas estatales entre el PAN y el PRD, la verdad es que hasta ahora no habían llegado tan lejos.
Ninguno de los tres tercios ha tenido por sí mismo, ni entonces ni ahora, la fuerza y el implante ciudadano suficiente para gobernar solo. De ahí que durante los últimos 22 años, el PAN y el PRI hayan gobernado en alianza.
Ahora tienen fisuras, pero no son todavía graves; no obstante, las alusiones maternas que se propinaron recientemente en la Cámara de Diputados. Desgraciadamente todavía pueden recomponer la alianza entre ellos, aunque los factores del binomio cambien y el PAN quede subordinado al PRI. Es factible.
Aún así, entonces como ahora la disyuntiva es muy clara: para gobernar la República se requiere la alianza –es decir, la convergencia, la concurrencia entre distintos− de cuando menos dos de estos tercios.
El PRD y la izquierda tienen que establecer muy bien sus prioridades: si la prioridad es refrendar el alejamiento del PRI de la Presidencia de la República, impedir su acceso o bajarlos de muchas gubernaturas estatales; entonces no hay de otra: hay que aliarse con el PAN, pero no en blanco como lo hicieron quienes desde la izquierda votaron por Fox, sino estableciendo compromisos precisos y explícitos acerca de los cambios que hay que promover en el país y en cada entidad federativa en disputa y de cómo se va a compartir el gobierno.
Si la prioridad es desplazar al PAN del gobierno y reabrir y remodelar el Parque Jurásico, entonces es ineludible aliarse con el PRI, antes de que algunos bebesaurios y senectarios, pacten por sí mismos su regreso al seno materno y se tenga que ir debilitado a una alianza. Igual, tiene que haber compromisos muy claros y abiertos.
En todo caso, hay que apurarse porque ellos también están pensando en cómo reestructurar sus alianzas, en cómo remontar las afrentas y discordias y pueden volver a excluir al PRD de las decisiones fundamentales, por otros 20 años… o para siempre. Todo es posible.